Docente on line, un cambio paradigmático más allá de las herramientas y la tecnología
Magíster en Comunicación, Diplomado en Constructivismo y Educación. Docente de Comunicación, Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL)
Con la consolidación de las sociedades modernas, una de las instituciones que se estableció como necesidad y derecho fue la educación. Este proceso educativo se ideó y se afianzó como un espacio regulado y reglamentado donde la infancia y juventud de esas sociedades se preparaban cognitiva y culturalmente para incorporarse plenamente a la sociedad. Sin embargo, con el caminar de las décadas, ese modelo de acogimiento de miles de menores se fue direccionando con un sentido que privilegió más la preparación para el campo laboral, dejando en planos secundarios otros objetivos como la formación en ciudadanía, en sociedad y en otros fines que no implican necesariamente el sostenimiento económico, pero si claves para el sostenimiento social y ambiental.
No en vano, aparecieron referentes críticos de esos modelos educativos, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, como el brasileño Paulo Frerire (1921 – 1997), quienes cuestionaron ese modelo educativo que se volvió hegemónico, donde las familias depositaban todas sus esperanzas en el sistema escolar estandarizado y homogenizador, y se le encargaba a la escuela y el colegio la formación de las personas para que sirvan a una sociedad mercantilizada. Freire apunta, precisamente, a que ese modelo educativo piensa al niño, la niña y al joven como seres a los cuales hay que llenarles de contenidos, como si de cuencos o fuentes se tratasen. Además, los mismos contenidos, a todos y todas por igual, con los mismos sistemas de evaluación y con las categorizaciones de quiénes eran los buenos, los aprovechados, los inteligentes, y quienes iban quedando rezagados en esos modelos, catalogados de vagos, dejados, inquietos e indisciplinados. La medida era cumplir la exigencia de lo que los adultos consideraban que esos menores necesitaban para vivir en la sociedad moderna. Freire denominó a ese tipo de educación como bancarizada, utilizando la metáfora de depositar ingentes cantidades de datos y conocimientos en la cabeza de los niños, niñas y adolescentes, sin ningún criterio que permita personalizar o individualizar la condición de cada uno, sin tener reparo en las capacidades individuales. Además, la idea de esa educación bancarizada se completaba con esta percepción estandarizada por las familias de que dejaban a sus hijos e hijas en estas instituciones, y las recogían doce años después listos para ingresar al campo laboral. Depositamos y esperamos los réditos.
Esa mirada crítica de Freire y muchos más pedagogos y educadores es necesario tomar en cuenta para el escenario actual donde la tecnología de la información y el conocimiento han explotado en nuestras pantallas para cambiar y modificar muchas dinámicas y procesos. ¿Cuánto ha logrado la educación adaptarse a esos procesos y dinámicas?, ¿Qué tipo de educación se está ofreciendo actualmente?, ¿Están preparados las y los docentes actuales para aprovechar estos recursos con sentido crítico?
Las múltiples resistencias
El último año de pandemia puso varios temas en primera plana de la discusión social. Evidentemente la salud ocupa uno de los primeros intereses, pero también están el tema laboral y de seguridad. Se habla también con cierta fuerza de la salud mental y no ha quedado de lado el tema educativo. De pronto, el modelo educativo al que nos acostumbramos por años se rompió. Miles de familias dejaron de enviar a sus niños y niñas a escuelas y colegios, y repentinamente la sala, el dormitorio, la cocina o cualquier pequeño espacio de la casa se convirtieron en la escuela. De esta manera tuvimos que adaptar teléfonos, tablets, computadores, si es que se disponía de ello, para que sea la nueva escuela de miles de infantes y jóvenes.
Indudablemente, esta situación develó claramente las enormes brechas sociales que tenemos, donde unos pudieron, tecnológicamente adaptarse, y otros, muchos, sin acceso a internet, sin dispositivos, o con precarias posibilidades de conexión, se quedaron fuera del sistema educativo. Tan de pronto fue, que de un día para el otro, los profesores estuvieron detrás de una pantalla, con plataformas que antes ni utilizamos, o que tal vez nos servían para el ocio, la distracción o algún contacto con el amigo o familiar que estaba lejos. De un solo golpe todo se tuvo que adaptar, y si para miles de familias la situación fue compleja para lograr que el proceso educativo no se detenga, para las y los docentes la situación produjo múltiples resistencias.
Hasta ahora circulan testimonios de docentes y profesores que sufren para conectarse a sesiones de zoom, para atraer el interés de sus estudiantes, para que enciendan la cámara y verificar si están allí. Circulan en redes videos de estudiantes que se aprovechan de docentes que no son hábiles en el manejo de estas plataformas, para hacerles bromas, desconectarlos. También circulan videos de estudiantes que hacen homenajes y agradecen a sus docentes por lo que han luchado para que las tecnologías no sean una barrera, sino un aliado. Se cuentan muchas historias, pero hay que resaltar varias resistencias en esta profesión que hoy se convierte en una realidad y que seguramente, perdurará en el futuro: el docente online.
Las resistencias vienen desde varias aristas: desde los estudiantes, desde los padres de familia y desde los mismos docentes. No son pocos los casos donde se resisten a utilizar y aprovechar las plataformas digitales por considerarlas aburridas, monótonas, impersonales. Para muchos niños y niñas se convirtió en un hastío pasar sentados, quietos, sin dinámica, frente a unas pantallas donde poco o nada podían hacer. Si empezaban a utilizar la pizarra del zoom, a ponerse fondos de pantalla, a interactuar con sus amigos y amigas, se los limitaba por parte de la autoridad (profesor/a), quien replicaba el modelo del aula tradicional, donde el poder y la educación gira en torno al docente. Si ya en la vida física ese modelo era muy cuestionado, trasladarlo tal cual a las pantallas significaba una ruptura total con los estudiantes.
Pero también estaba la resistencia de los padres y madres de familia, quienes al ver convertido su hogar en escuela, con profesores que no enganchaban el interés de sus hijos, se convirtieron, intentando hacer un bien, en segundos docentes de sus hijos. Ese rol, para el cual nunca se prepararon, y tampoco los evaluaron y reflexionaron previamente, generó más resistencias. En algunos casos, el acompañamiento de la institución educativa aportaba para que esas tensiones se compartan, entiendan, proceses y disminuyan, pero no fue una situación muy generalizada.
Y una resistencia especial vino de parte de docentes, quienes acostumbrados a un modelo donde tenían el pleno control del tiempo y las situaciones, tuvieron que cambiar a pantallas donde la relación con los estudiantes tendió a ser más horizontal. De pronto la computación, internet y las múltiples plataformas cobraron una importancia primordial para su ejercicio profesional. Y justamente entró en cuestionamiento cómo estamos llevando adelante el proceso educativo. Varios tambalearon ante este fenómeno social y su única respuesta fue llevar el modelo escolar a las pantallas, sin buenos resultados. Y por allí viene el cambio de chip que es necesario hacer para este nuevo modelo de profesión, el docente online.
Retos de la docencia online
La educación no volverá a ser la misma luego de más de un año de pandemia. Y no debería serlo. Incluso volviendo a las aulas en sistema presencial, este año de confinamiento y distanciamiento social consolidó esta opción de educación mediada por las tecnologías y las pantallas. Y es un reto que hay que pensarlo, primero, desde la pedagogía y luego desde la tecnología. Ahora aparecen muchos cursos, talleres y capacitaciones en una serie de recursos educativos que se han potencializado y son maravillosos. Pero esos recursos son poco útiles si previamente no se revisa el modelo educativo y pedagógico que se quiere llevar adelante. Las y los docentes online deben contar con nuevos paradigmas que aprovechen los recursos para procurar una educación más personalizada, que promueva muchas más competencias que la cognitiva, hay que trabajar mucho en el desarrollo de las habilidades blandas, de las sensibilidades, de la expresión, del pensamiento crítico y del trabajo en conjunto de las personas en medio de un ambiente de retos y en constante cambio.
Por lo tanto, esta profesión que se consolida y que seguramente perdurará, implica cambiar varios paradigmas. Un ejemplo sencillo para darnos cuenta de esto. Cuando el modelo educativo era plenamente presencial y centrado en el docente, el teléfono móvil se convertía en un competidor y enemigo de la atención de los jóvenes, principalmente. Se hablaba por entonces, de limitar ese uso en las aulas de clase. En muchos casos la prohibición era la estrategia. Pues bien, la pandemia derrumbó esa práctica. Muchos niños, niñas y jóvenes se conectan y trabajan desde sus teléfonos, o de familiares, para seguir la educación. Allí, en esos aparatos encuentran mucha información, contenidos, verifican si lo que el profesor nos dice es cierto. Ya saben que el conocimiento está allí. Entonces, ¿para qué seguir con el modelo bancario que tiene por objetivo poner conocimientos en la cabeza de los estudiantes, si ese conocimiento está al alcance de un click? Tal vez, donde hay que formar es en cómo vamos a utilizar productivamente ese recurso, formar a la juventud en el uso crítico de todo ese océano de información, distinguiendo incluso amenazas. Cuando volvamos a la presencialidad, ¿vamos a pedir a los estudiantes que no lleven su teléfono, los vamos a prohibir? O como docentes online ya sabemos que ese es un recurso que podemos utilizarlo muy bien para trabajar en equipo, para buscar información, y lo más importante, saber qué hacer con esa información.
Además, si pensamos en el docente online, como un visionario que sabe que el mundo presente y futuro es y será digital, podemos garantizar un campo laboral de enorme expansión. La educación seguirá siendo necesaria, pero con docentes que han logrado hacer ese cambio de chip mental, para pensar en una educación y una pedagogía que requiere de otros ciudadanos, de otras competencias y habilidades. En esa medida, la tecnología puede ser un aliado para construir modelos educativos incluyentes, diversos y mucho más participativos y adaptados a la realidad.
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